Congreso de los Diputados: aplausos desde el Titanic
Da mucho bochorno ver el Congreso de los Diputados convertido en la cubierta del Titánic. Allí decidieron tocar el violín mientras el barco se hundía; aquí, en la sede de la soberanía nacional, han decidido tocas las palmas mientras el país amanece con un millón más de parados. Que el presidente tiene un gobierno de palmeros es algo que sabemos desde que en el último Consejo de Ministros fue recibido en loor de multitudes, como caudillo invicto, como césar visionario, como faro de Europa, a la entrada de palacio, por sus subordinados. Iván Redondo ha pasado del cabezazo a la performance, y aquella escena vergonzosa terminó con el presidente en medio de un corrillo, aplaudiéndose a sí mismo, como capitán de equipo de baloncesto, eso que tanto le gustaría haber sido cuando chico. El peloteo es algo…
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